la picota y la cereza

He tirado un día

como el que tira una hoja del calendario.

Y lo único que he hecho es

la cama

y ver fotos viejas.

No sé por qué lo hago, la verdad, no sé.

Creo que es un acto de puro masoquismo o por lo menos

de indolente masoquismo. ( Una mosca

se posa en mi mano y se pasea entre los dedos.)

Es como no-hacer o hacer igual.

¿Has comido sopa de ajo    con pan   alguna vez?

Es sentir que se escapa el autobús

y ni siquiera hacer el intento de correr.

Y dejas que el teléfono suene y suene y suene;

y así las cosas pasan y el agua se escurre

entre los dedos y los dedos de mis pies. Afuera.

Entonces la arena y yo

-un animal cegado en medio de la carretera por los faros del coche-

solo espera que el golpe no sea muy doloroso. Otra vez.

<Aquí se supone que tengo que decir algo parecido a una metáfora que hable de la confusión entre el dolor y la pena. Pero lo único que escucho es el zumbar la mosca que ha salido volando y se estrella desesperada contra la ventana. Una y otra vez. Mira con sus cien ojos a la calle. Una y otra vez>

Así poblado de ayeres, de septiembres y domingos por la tarde

he tenido que buscar la diferencia en el diccionario

entre “melancolía” y “nostalgia”. Y la verdad

no me ha quedado muy claro

es como la picota y la cereza

uno es más dulce

pero ya no sé cuál.

Anuncio publicitario