Una vez

recordó que una vez
fue una flor
sus pétalos después de la lluvia
el zum zum de los insectos
a su alrededor
las noches de verano
no hace tanto
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Éramos lluvia de verano

Éramos lluvia de verano
donde la amapola se pierde bajo la piel.
Oropéndolas y certezas ruedan
distancias que no terminan.
Los gorriones se bañan en los charcos
y con su mirada infinita piden unas migas. 
El viento termina impregnado de presencias.  
La llave del después y su contrato con la nada
visten de lluvia a la mosca que limpia sus cien ojos;
al perro que juega a morder las gotas;
a la higuera que sostiene con dulce templanza
el mar que todo fue.
Abrazado por el viento desemboco en cualquier
deriva que soy,
en rio,
en olvido.
Igual que los trenes sostienen por un instante en el andén
los adioses 
y se los llevan pegados.
Es la trampa de azúcar con levedad acrobática.
Cada gota,
cada ola,
en bucle claroscuro el mar y el desierto recorren
los pasillos del ayer mañana.
Trasmutan el agua en pequeñas pizcas de sueño.
Bordes de nube en el bolsillo roto
y una hoja robada al mistral despiertan
el sonido de una isla
desde tu voz de agua
fuera del yo
unidos como si fuéramos un bosque.

como la primera vez

FARO

tan leve es mi corazón

deshabitado

convertido en piedra

y en silencio

tan leve huracán

duerme

junto a mí

con el abandono de las algas

y se injerta en las venas

y es ya todo naufragio

era verano y la ventana traía

la noche, el viento, los grillos y tu nombre

tu nombre escrito en los ríos

tu nombre como última sonrisa

refugio de pájaros, olor

a hierba recién cortada

tu nombre lluvia

y flor de tilo

donde los árboles aún

y las raíces no tienen memoria

y todo es

como la primera vez

Cristal

cristal

En el umbral

con los brazos en cruz

y tus lágrimas en un ánfora seca;

me saludaste con una mano

y leí que ya

era demasiado tarde.

Me quedé en el otro lado de la acera.

Me quedé recordando.

Me quedé en el cristal del aeropuerto

donde pusimos nuestras manos sin tocarnos.

Y reímos y lloramos y dijimos ser

golondrinas que vuelven.

Sin embargo la niebla y tus

silencios de porcelana

(había muerto tu madre

y nunca lo supe)

Y mis alaridos de martillo

que desesperados

te llamaban

rompieron el templo de cristal

que construimos en el aire

aquel verano.

Travesura

Suena el portero automático.

Y es verano.

Son las ocho de la tarde y

no espero ni

al cartero

ni

a un amigo

en este pequeño toque piiiii

¿Quién es? -pregunto

Y sólo se oyen

unas risas de niños corriendo

ji ji ji ji ji

Ha acabado el colegio

y todo huele a flor de tilo.

 

travesura2