Descarado

El martillo neumático otra vez.

Entre

los coches que pasan un claxon picadura;

autobuses, camiones, la sopladora de

hojas. -Miro al cielo-

Pasa un aeroplano pasa un helicóptero.

Y el sonido de las rodadas y los motores

que no cesa.

Amortiguadores oxidados en unas lunas

tintadas de reggaetón,

La moto

de un repartidor de comida rápida rápida.

Arrojan

unos escombros en un contenedor metálico.

Ruinas azules en una ambulancia que huye y aúlla.

Miro al cielo: Entre las nubes

dos turbinas de pasajeros low cost.

Y el sonido de las rodadas y los motores

que no cesa.

El martillo neumático otra vez

Tra tra tra tra tra

Y de entre tanto

ruido solo

a veces

el descarado piar de los gorriones.

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Íntimo

vamos a hacer una cosa

tú haces como que no estoy

y yo como que no vuelvo

y así

lo dejaremos todo

en una completa renuncia

como si no hubiéramos existido nunca

y entonces muy muy despacio entonces

lentamente

seré una sombra

                                detrás de ti y tú

detrás de la noche

fundirnos

bajo libros descuadernados

(aquellos que acontecen en pequeños milagros instantáneos y dan valor de eternidad al momento)

y estaremos a salvo

y nadie podrá entrar aquí

a nuestro lugar

al lugar íntimo donde duermen los pájaros

 

 

Inspirado en la película «Hierro 3»

soy/yos buscando

las luces apagadas del laberinto

inmensos rincones silenciosos

caminar por adivinación

dar media vuelta e intentar

equivocarme de nuevo

la pared de kilómetros y kilómetros de hueco

la palabra existir

debería sembrarse por un jardinero

en un solar –abandonado- donde

solo crezcan escombros

la luz de la linterna

en profundidades jamás vistas

alegría, horror y Dios

acuerdan no decir nada

seguir el rastro de las sombras

dije yo silencioso yo “hola”

Hola. Hola. Soy yo.

Estoy aquí.

Yo no… consiguió murmurar el eco.

El granado

granada

Después de la lluvia deshojaba flores a latigazos mientras decía : “todos hemos sido bellos alguna vez. Y felices”. No se lo tenían demasiado en cuenta en el pueblo; la llamaban la loca del granado y se rumoreaba que se había “ido” la mañana que se marchó el último de su sus hijos al extranjero a hacer su vida y se quedó sola. Sola con el granado. Lo había plantado su marido hace muchos años el día que aceptó un nuevo trabajo después de que ella diera a luz a su tercer hijo. Había demasiadas bocas que alimentar y el sueldo de un maestro no llegaba. Sabía de los riesgos en la mina pero el hambre te hace ser valiente. Y durante un tiempo fueron felices… y el árbol, de crecimiento lento, empezó a dar sus frutos hasta que escuchó la palabra grisú. Fue el grisú. Una explosión. Tú marido. Y así se quedó sola con el árbol y tres niños. Trabajó duro para sacarlos adelante; trabajó días y noches enteras para darles de comer y la educación que ella nunca tuvo. Trabajo. Durante este periodo de su vida solo trabajó. Y no tuvo mucho tiempo para ver cómo cambiaba su cuerpo y su rostro con las estaciones. Os puedo asegurar que un día fui bonita solía decir con una sonrisa desdentada a sus hijos. Y poco a poco se fueron marchando como hojas en otoño. Hasta que un día, el último de ellos, se fue. Ese día dejó de trabajar. Ese día ventiló la casa, como siempre, hizo las camas de nuevo, la comida para cuatro y cuando terminó; cerró las ventanas despacio, muy despacio, y se sentó apoyando sus manos en el regazo una sobre otra. Y miró al granado. Lo miro. Lo miró. Estaba igual que como lo había dejado su joven minero. Es un árbol crecimiento lento. Desde entonces, todos los atardeceres, dicen que se quedaba mirándolo. Miraba cómo el sol caía entre sus ramas peladas en invierno, entre las hojas en verano; cómo caían en otoño. Miraba a sus flores… Flores que luego se convertían en frutos; frutos preñados de semillas, frutos como las bolas con las que se decora el árbol de Navidad. En Navidad es cuando más miraba al árbol…

 

Una mañana de Pascua lluviosa vio caer una granada. Esa misma tarde fue una tarde soleada y bella; pero la anciana esta vez no miró al árbol.

 

Miró la granada.

 

Miró cómo yacía sobre un charco, rota, reventada por sus semillas y abandonada en el suelo. Pudriéndose.

 

Sola.

 

Miro la granada.

 

Entonces, entró en casa, y cogió el látigo.

SOLO

TAJO

La noche y la soledad son hermanas.

Y la única luz que espera en casa encendida es

la de un frigorífico vacío o la de un microondas loco

que gira

que gira

dando vueltas a mi cabeza precocinada.

 

El silencio

y la soledad son hermanos.

Y la única voz que me da la bienvenida

es

un televisor con noticias siniestras

o la radio

con canciones que se repiten

una vez

y otra vez

el mismo día, a la misma hora,

miércoles y fines de semana alternos

como un disco rayado por la uña trágica de Ella.

Sí, lo sé,-no digas nada-

todo esto lo hago para no escucharme;

lo hago, para  no oír la voz de mis pasos que aún descalzos

gritan:

“Estás solo”

Soy el rumor de una habitación sin cortinas.

Soy la g

        o

        t

        a que cae al fregadero.

                    El tic tac

de una noche en vela.

Soy el brazo dormido. Soy

un eco de mí mismo que se apaga.

 

La soledad y yo

somos hermanos -casi amantes-.

Y paso largas horas hablando con Ella

(como una beata pecadora con su rosario) en silencio;

en una letanía que a veces deja escapar

una palabra (en voz alta),

por ejemplo “ azul” o “cerca”;

que suena tan extraña como dicha

por otro,

como la nota que se escapa al aire

y la canción de la fiesta

sigue sonando en la cabeza… (hasta la locura)

Entonces, en esa otredad

-en esa otra casa-

descubro y confundo la realidad

y como un microondas -perdón- como un loco

grito en la oscuridad : “Ella”

Sólo la tienes a Ella.

Sólo a la soledad.

Sólo. Solo.

Collage

collage

Me cautivan Querido y frenético Dámaso:

La ciudad que tú Las mujeres jóvenes Conociste fue víctima de la peste

Y los vivos Quizá demasiado jóvenes Son incapaces de enterrar

A los muertos (Puede en el límite de llamarse jóvenes )

Son ahora tres Y no es por la belleza Millones de cadáveres los que pudren Madrid

Que tú tenías De su piel o sus curvas Un Dios

Sin embargo O por la alegría que Nosotros lo vendimos O la inocencia de Hace tiempo

Por algo Ellas creen todavía Indiferente, anónimo, sucio

Que tiene En el amor sencillo como flor Forma de centro comercial

Y De campo Huele Absoluto y sin matices A humo

Y es naranja Que gira que gira que gira Farola

Y la soledad Por una mirada un encuentro

Las cucarachas En esta ciudad-abismo Salen de las alcantarillas

Corren hacia ti Y eso te hace sentir

Y el asfalto emana UN GIGANTE Tanto calor, calor

El infierno que está Como King Kong sosteniendo en su mano Dentro de ti

De tu ciudad A su pequeña Ann Darrow

De mi ciudad Imposible y bella

Que siempre Pero a pesar de todo amor Te persigue

Allá donde vayas Que te hace capaz de todo

Habrá una ciudad Por ella En llamas

Collage: Luis María Ortega Chamarro
Poema collage: Manuel Alonso