-Hola. -Hola. -¿Conoces el Enano Rojo? -¿Ha caminado un escarabajo en tu mano alguna vez? El Sulfato de Estroncio aflora en Granada. Lo llaman Celestina y es azul como también es azul el negro de la pluma del arrendajo. La encina existe gracias al arrendajo. Y entonces -sin querer- el dorso de su mano rozó el dorso de mi mano.
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Gestos de cristal
peceras en personas haciendo gestos de cristal es un alivio ceder a lo imposible y flotar los cielos como las pequeñas hojas inconclusas colorean a un gato mestizo las azoteas labran con sutil segundo la caída de la gota esperando a que la pausa explote a que las huellas del viento habiten los bocetos que dejan en la tierra las hormigas
Atardeces
y entonces atardeces y los ocres y los naranjas invaden tus ojos y algo se desgarra algo se escapa en ellos y quieres sostenerlos en una foto, un dibujo, un poema que inútilmente esboza qué inútilmente muerta la mariposa en el alfiler en ese reflejo de las estrellas en el pozo y entonces atardeces y los yoes y los naranjas invaden tus otros y algo se fuga en ellos quedando solo una cáscara vacía en la noche
Intermedio
intermedio para decir cosas tontas el brazo del gato chino el brazo del gato chino sube y baja y ya se han ido las golondrinas
Nacer
Arranca de ti la luna y písala en cualquier charco. Apaga su rastro y su ladrido. Mengua los sueños; busca las aguas más oscuras y adéntrate en el olvido como lombriz de tierra. Rompe suave las noches silentes… pronto se poblarán de sombras. Cuida de las cenizas como cuidas de las flores. La luz se extingue. Y desde la nada volveremos a nacer.
Éramos lluvia de verano
Éramos lluvia de verano donde la amapola se pierde bajo la piel. Oropéndolas y certezas ruedan distancias que no terminan. Los gorriones se bañan en los charcos y con su mirada infinita piden unas migas. El viento termina impregnado de presencias. La llave del después y su contrato con la nada visten de lluvia a la mosca que limpia sus cien ojos; al perro que juega a morder las gotas; a la higuera que sostiene con dulce templanza el mar que todo fue. Abrazado por el viento desemboco en cualquier deriva que soy, en rio, en olvido. Igual que los trenes sostienen por un instante en el andén los adioses y se los llevan pegados. Es la trampa de azúcar con levedad acrobática. Cada gota, cada ola, en bucle claroscuro el mar y el desierto recorren los pasillos del ayer mañana. Trasmutan el agua en pequeñas pizcas de sueño. Bordes de nube en el bolsillo roto y una hoja robada al mistral despiertan el sonido de una isla desde tu voz de agua fuera del yo unidos como si fuéramos un bosque.
Arce en llamas
Clic
Para para para…
un momento, por favor.
(El arce en llamas
de noviembre amaneciendo)
Date prisa que
estamos en una curva.
Ya está ¿Te
has fijado en la luz
de la tormenta?
CLIC
Sí. Parece
una antorcha.
Cárabo
Asomado en el balcón
el anciano
con boina y pantalón de pana
busca
los horizontes perdidos en el pueblo.
Quizás haya venido
a pasar el invierno
porque su hija –preocupada-
no le quiere dejar
solo.
Y sin embargo,
es aquí,
en esta jaula de ladrillos
sin atardeceres
sin estrellas
donde el cárabo tiene
el ala rota.
Asomado al balcón
ve cruzar a la gente:
Una niña
pasea de la mano de su padre.
Su pelo le recuerda
el vaivén de los abedules en el monte.
Ser serpiente
ser joven otra vez
y poder equivocarme de nuevo
ver todo con
nuevos ojos
otros ojos que no
son
estas tristes y cansadas celdas
de mirada descreída y maliciosa
que siempre
siempre
desconfían y no saben ya
quién es ése
que se mira afeitándose
y duda
si apretar un poco más
la cuchilla en el cuello
poder volver a creer
limpio
y abierto
como la mano tendida de un niño
a su padre
y pensar
que todavía se puede
y pensar
empezar de nuevo…
ser serpiente
que muda la piel y deja
entre rastrojos
-estos ojos –
estas cicatrices y durezas
que tanto hablan de mí
Un abrazo
Imagina que pudiéramos
darnos un abrazo de espaldas
como si los brazos consiguieran
dar la vuelta.
Y pudiésemos juntarnos sin miedo…
Un abrazo, de esos,
que juntan dos corazones y dos cerezas y cierran los ojos
y hacen al tiempo denso.
Un abrazo que envuelva como líquido amniótico
y haga que inventemos
una palabra
que una
dos almas.
Algo así como almarados.
Un abrazo mamá.
Un abrazo ingrávido con tu mejor amigo -en el galeón pirata de la feria-
Un abrazo como el que me di con mi padre
cuando la selección ganó la copa del mundo.
¡Campeones del mundo!
Un abrazo como los de antes…
Imagina que
estas palabras son mis brazos
y estoy contigo
soy contigo
ahora.
Abrazados.
Almarados.
Halo
-Hola
-Hola
-¿Sabes un truco
para reducir la mascarilla a los niños?
(Solo se adivinaban unos pequeños ojos negros)
-Sí. Lo que pasa
es que está tan dada de si
que no se puede…
Lleva diez días con la misma…
(No sé por qué no lo pensé antes)
Y es que es lógico.
(si no tienes para comer… menos para una mascarilla)
Es tan lógico como el sol;
este mismo sol que va a salir mañana
con o sin nosotros; queramos o no
el mismo para todos y a la vez
tan diferente.
Ayer también apareció otro
espléndido halo solar
bajo el comedor social.
Manos de lejía
La lejía me da nostalgia.
Ahora que ese olor puebla mis manos
al limpiar toda mi vida
por la plaga.
Y no es por ese juego fonético de la ge
o jota.
Ni por empezar un poema garabato
o gato.
Éramos cuatro
hermanos que nos habíamos hecho
grandes -golondrinas que gorjean-
y necesitan comer.
Bocas abiertas al cielo gusano.
Y mi padre cada vez
más viejo
más grávido
más gota
que se escapaba
entre sus manos de carpintero.
Entonces mi madre gladiadora galaxia
cogió la gamuza
para limpiar portales, pisos o
hacer guisos –como tantas guerreras guijarro de mi barrio-
Y cuando llegaba a casa
nos cogía por las mejillas
con sus manos de lejía
y nos besaba y nos decía:
¿qué tal se han portado
mis niños guapos?
dedicado a todas las limpiadoras del mundo. Gracias
A lo que me refiero
cierra los ojos al viento
pañuelos al viento
y un barco con nombre ciao
vías paralelas hasta ese punto roto
y el tren y el paisaje y una vaca
que mira indolente
el movimiento
el movimiento del viento
en la piel fría como nieve
-si has besado esa frente sabes a lo que me refiero-
nieve silencio
nieve que es viento tiempo congelado
que cae
y cae
único y perdido
como la sombra del reloj de sol
como un cohete espacial
como una estrella fugaz
que pasa
y ya nunca
ya nunca
ventanas de aeropuerto
quiero decir adiós
al pájaro azul
los ojos del pez
en la pescadería saben
a lo que me refiero
dedicado a mi tio Paco
Nada
Vendo 10 kilos de nada
por 5 monedas de nada.
Lo vendo, si quieres, también en porciones;
al por mayor
al por menor
en minúsculas gotas de rocío.
Incluso en suspiros.
Mis estanterías están
repletas de nada.
Nada de todos los colores y de ninguno.
Nada de provecho: totalmente inútil.
Lo mismo que contar estrellas o granos de arena.
Lo mismo que este punto azul en cosmos
o cualquier poema.
También tengo cucuruchos
(adoro esa palabra) con sabor a nada
a esa nada que elijas íntima y única
mientras suena tu canción en silencio.
Gratis como un beso de madre.
Me acaba de llegar fresquísimo
contemplar una fila india de hormigas
(han dejado, incluso, un surco en la arena)
Tú decides.
Date prisa que me lo quitan de las manos.
Sos
A aquella máscara abatida
le sienta bien tu sonrisa.
A aquella cabeza loca
es un fruto feroz errante
(que a menudo llora)
Azote de lunas cantás.
Cantás como el pájaro.
Cantás como el viejo.
Cantás como la uva cantás.
Poeta, siempre sos
al sur –donde las aves-
Desnudo, sin nido, pobre.
Poema del Libro rojo
Inacabado
Vuelves como las noches.
Eres igual a una puesta de sol
o un reloj con diferentes diferentes horas de nuevo.
Vuelves con olores azules y a color
enteramente beso.
Vuelves inesperadamente golondrina
con manos que apagan incendios.
Ya no hay rosas con dientes.
Ni nada que temer…
(FALTA POEMA… a ti te dejo que lo termines, sin ninguna premisa, sin ninguna instrucción, sin paracaídas. Ama y escribe)
Mi amiga Mel lo continuó así:
Vuelves como los días ardientes, sin lluvia,
como el desierto en el que caminé sollozando,
en este reloj de arena que pasa de un lado a otro mi pena,
Y me ofreces, solo eso, ¿un beso?
Vuelves con esperanzas, con la vida rota, angustiado,
a mis manos de seda buscando reposo,
y aquí, sin condición, está mi pecho para refugiarte…
Guapo
Un mes después de San Juan
todavía quedan cenizas enterradas.
Ahora son las familias las que saltan –sin saber-
las ascuas extinguidas
en la playa.
Algunas aparecen en los castillos de los niños.
Algunas aparecen como flores negras en la arena.
Una niña coge un trozo de madera chamuscado
y hace de él las veces de lápiz
escribe en la espalda de su padre:
“Papá guapo”
Ahí
Los lectores
con su cuello de cisne sobre las palabras aladas
asesinan ecos.
Voces que se convierten
en abruptos alaridos.
Qué bonito poema –dicen.
Qué bonito.
Y tú
decaes
como las flores en las Ramblas
al final del día.
Luego, pasan las ratas,
los camiones de basura,
y las putas chinas.
Y sabes
que es ahí
donde está el poema.
Poema de El libro rojo
Belleza voraz
pero estaba por todas partes
en los ojos cerrados en el espejo
detrás de las puertas estaba
tan dolorosamente animal
tan devastador monstruo río
demasiado fuego fuego
como lluvia carnívora que hace espirales
en las sombras en los sombreros y en las simas
de la cordura
campos de amapolas que apuñalan el cielo
con su rojo feroz
dejan un rastro de sangre en minúsculas gotas
sobre el trigal
duele duele
olor a tormenta y a rosas y a espinas
zarpazos de belleza voraz
no mires atrás no mires
la bestia está en ti
ya es demasiado tarde
el deseo te arrastra compulsivo
torrente poema
de barro ramas ruinas
haciendo una presa en el corazón
apunto de estallar