La lejía me da nostalgia.
Ahora que ese olor puebla mis manos
al limpiar toda mi vida
por la plaga.
Y no es por ese juego fonético de la ge
o jota.
Ni por empezar un poema garabato
o gato.
Éramos cuatro
hermanos que nos habíamos hecho
grandes -golondrinas que gorjean-
y necesitan comer.
Bocas abiertas al cielo gusano.
Y mi padre cada vez
más viejo
más grávido
más gota
que se escapaba
entre sus manos de carpintero.
Entonces mi madre gladiadora galaxia
cogió la gamuza
para limpiar portales, pisos o
hacer guisos –como tantas guerreras guijarro de mi barrio-
Y cuando llegaba a casa
nos cogía por las mejillas
con sus manos de lejía
y nos besaba y nos decía:
¿qué tal se han portado
mis niños guapos?
dedicado a todas las limpiadoras del mundo. Gracias