Zeta

ojo

Tenéis suerte que sea un zote para los números.

Por eso busqué otras ecuaciones y fórmulas en poemas.

Letras que decían verdades como principios matemáticos.

Aproximaciones en verso a las incertidumbres de Heisenberg.

Sí, tenéis suerte, lamentablemente me convertí

en otro inofensivo poeta

que se emociona con el sol después de la tormenta

o con los primeros brotes de un bosque quemado

o al ver

un pétalo blanco en una fresa y pensar

que antes fue una flor.

Es una suerte que llore con muchas películas

y ría con casi todo

y a casi nada le de importancia.

Sí, tenéis suerte, mucha suerte.

Porque nunca entendí por qué

menos por menos es más

o a despejar la incógnita de mi vida.

Los números se negaron a hablarme y en silencio busqué su belleza

en otros mundos.

Porque lo tengo claro, si no hubiera sido un zote

(con zeta de zafio, zurdo… zaíno) para los números

habría sido microbiólogo.

Y ahora estaría creando un poema con forma de virus

para acabar con todos… Cabrones.

doce monos

 

 
a el Toni
al Dr. Gang
y a todos los que lo hemos deseado alguna vez
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cuando se acabó el mundo

He soñado el mar.

Y he soñado

tu ropa interior  dispersa

en la cama.

A lo largo del pasillo

los pantalones, tu camisa, mi bufanda

flotando como islas náufragas

antes del hundimiento.

He soñado un mar.

Un “quédate” suspirado.  

Un “quédate aquí quietito”. Quédate

dentro

como si no existiera nada -dices.

Flotando.

Una nada juntos.

Un último sueño juntos

antes que se acabe el mundo;

y despertemos

y el olvido

se acuerde de nosotros.

Cierra los ojos y saborea

esta fresa –por ejemplo- y piensa

que es la última.

Cierra los ojos

y bésame

a lo largo del pasillo

 –antes que se acabe el mundo-

los pantalones, tu camisa, mi bufanda

como islas náufragas

a lo largo del pasillo…

–antes que se acabe el mundo-

bésame

bésame

bésame.