Ella

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Juntas

Ella le peinaba las cejas

mientras le hablaba.

Ella, llegadas a un punto

de la conversación, la abrazó.

Hablaban de

las compras de Reyes que otra vez

les había tocado -a ellas-

hacer.

Llevaban las dos anillos

de la misma marca o

de la misma forma, no sé.

(un delfín).

Estaban juntas, muy juntas

-como esos anillos al dedo-

sentadas en el metro.

Y reían ¡Cómo reían!

Ella calzaba unos zapatos

de piel con tacón cuadrado.

Ella

unas zapatillas deportivas.

Cartas

Escribo para que sepas que jamás te dejé de escribir.

Y aunque fueron mías las últimas cartas desiertas.

Jamás te dejé de escribir.

Sigo mirando a la Luna

para coincidir con tu mirada.

Sigo sembrando recuerdos

en la tierra

después de la lluvia…

Varias gotas se unen en la ventana.

A veces, me sorprendo dibujando tu nombre

en el polvo de una mesa

y ya no sé, si son tus letras las que me llaman

o son mis dedos que no han dejado de tocarte.

Otras veces, sentado en la estación

dejo pasar los trenes, como quien pasar los días,

por si tú apareces. Pero al final,

lo único que llega, es el vacío

de los andenes en mi corazón y alguna hoja seca

arrastrada por el viento.

Día tras día, hoja tras hoja, vuelvo a casa

envejecido y otoñado diciéndome:

“Solo los necios creen en el destino”

Pero no creas que he estado solo.

He besado muchos labios, he abrazado muchos cuerpos

recordándote.

Por eso sé que amor tiene infinitas caras

y todas como en un puzle hacen la tuya.

En la oscuridad empecé usando tu perfume.

Ante el espejo, vistiéndome de ti,

te imaginé frente a mí.

Y ahora, travestido, paseo por las calles buscándome.

Aunque confesaré, que si te viera, ya no te conocería

porque no hay nada tan mentiroso como los recuerdos;

son un muñeco de plastilina.

Juegas con ellos a saber quién eres

y te guardas en el cajón siendo otro.

Un trozo amarillo, un trozo rojo, unos granos de arena…

incluso un pelo de gato encontré en el último

que finalmente me salió en el hombro.

Y hoy,

la tormenta en la noche hizo la mañana doblemente hermosa;

tan hermosa

que me gustaría estar enamorado.

Por eso te escribo cartas.

Jamás te dejé de escribir.

Cartas sin destino, cartas que abandono, cartas en silencio

hasta que el mundo tenga una.

El mirlo argentino

Cantás o ardés

o tirás muertos al vertedero.

–dice en perfecto argentino-

Extensiones de pestañas

o sustancias tóxicas podés encontrar allá.

Mientras vos acá con

la familia de un millón de dólares.

Sabés: Ríen las urracas también…

<señala con el dedo>

¿Entendés pelotudo?. ¿Entendés?

Con vos.

Con vuestro “AI-FON”, con todas esas pelotudeces

que solo sirven para ser infelis.

Y acá todo.

Y allá nanai.

¿Sabés lo que es el COLTAN, por ejemplo?

Y luego, pobrés negritos, pobrés.

<coge la botella y bebe>

Y te buscás en los espejos.

Y triste te preguntás

cuál fue el día

en que las gaviotas

decidieron cambiar

el mar

por los vertederos.

Cantás o ardés. Amigo.

Si no se sabe es como si no existiera.

«Fifteen men on the dead man’s chest

…Yo-ho-ho, and a bottle of rum!

Drink and the devil had done for the rest

…Yo-ho-ho, and a bottle of rum!»

 

Muere un bebé arrojado por la ventana

-dice el periódico- . <Bebo>

Y queda

algún resto de enero

en la escobilla del váter.

Al día siguiente

una nueva traición

que comienza hoy.

Y mañana

quierás o no

saldrá el Sol otra ves –dijo al despedirse

Y a veces –pocas-

-demasiado pocas-

cantará un mirlo escondido

en la calle vacía

al salir del bar.

Ella

Ella es mi mujer. Ella es mi madre. Ella es mi hermana. Ella es mi amiga, mi amante, mi confidente, mi secreto. Ella es la tierra. Ella es el fruto y la flor. Ella donde hundo mis raíces en ella. El origen. La playa donde las tortugas van a desovar. El crotoreo de las cigüeñas. El olor a lluvia en la tierra. Ella. Una mañana de invierno la vi en una oca extendiendo sus alas dando calor sus trece polluelos; otra, en una lágrima de una Virgen no recuerdo dónde… Y en el pecho de Lebeña –aquí sí estoy seguro-. Y en los primeros brotes de un bosque quemado. Y en una higuera naciendo de una alcantarilla. Y en todos los lugares que nacen está ella. El amor está en ella -o ella está en el amor, no sé-; esta idea se me escurrió como peces y no me dio tiempo a atraparla en letras… sucedió en un campo mientras una vaca pastaba mansa y serena la hierba: hablaba de vida, de entrega, de sacrificio, de bondad; hablaba con voz de madre eterna en el tiempo. Generosa. Azul. Hablaba con mil voces y una sola. Ella. Me atravesó como el arroyo al que vuelve la anguila. La huelo al pelar las patatas que nos da. La siento al plantar un árbol. Ella. Y en este instante, también, en esos pequeños dedos de los pies que se mueven mientras ella y yo vemos una película juntos.

mujer-tierra-simbolo

La desgracia acompaña al desgraciado como las sombras a las cosas. O dos en una puerta es crítico cuando hoy es el mejor día del año (Igual que en rebajas). O cuando los villancicos suenan en el centro comercial.

felices  mierdas

Dos mendigos se han pegado en la puerta de la iglesia por la limosna del primer domingo después de Navidad. Ensangrentada ( Ella ) como un cigarro con carmín le grita sus heridas mientras los enfermeros intentan cerrar la derrota. ( Él )Abre la puerta . Lo primero que sale es un villancico. Cantan: El camino que lleva a Belééén… Son las 10:45 acaba de terminar la misa de las 10. Salen los feligreses. Repletos de caridad cristiana dejan caer sus monedas …baaja hasta el vaalle que laa nieve cubrióóó… sobre las manos que las coloca ( Él ) muy piadosamente como si fuera a recibir la hostia consagrada –hace unos minutos las había colocado de otra forma para repartir otro tipo de hostias- . Caen las monedas …Los pastorcillos quieren ver a su reeeey <clic clic> Que la paz de Dios sea contigo les dice <clic clic> Gracias. Feliz Navidad <clic clic> Las monedas caen. Cantan. Le traen regalos en su viejo zurróóón… Y después de bajar los tres escalones de la iglesia y con cierto olvido y cierto alivio – ya han dejado caer sus monedas clic clic – y cierto asco apartan la vista de ( Ella ) la sangre que fue derramada por ellos. Ropopompom. Ropopompom

Torpemente

La luna llena sobre París ha transformado en hombre a Denisse– cantaban a la vez en el supermercado: Ella recogía la compra. Él esperaba la cola detrás de la caja. Sonaba esta canción por megafonía: era un viejo tema de los años 80 que ambos conocían y a ambos les llevaba a otro lugar –supongo- por cómo miraban al infinito.¡Auuuuu! lobo hombre en París. Lo hacían de una manera armónica como en una coreografía: ella metía el azúcar, él marcaba el ritmo con el pie; ella metía el pan, él se daba una palmadita en el muslo. Sincronizados. Era tan hermoso verlos bailar como hojas de otoño en una esquina de un día de viento -en espirales amarillas-; verlos compartir, de alguna forma, el mismo aire exhalando-inhalando, exhalando-inhalando la misma melodía… Tan juntos. Tan hondos. Y a la vez separados. Pensé: Si de verdad existe la “media naranja” aquí hay dos partes. Estuve a punto de decirles algo. No sé, que se dejaran el teléfono; que hablaran; que se tomaran un café. No sé. Algo. Pero justo cuando di el primer paso para dirigirme a ellos, comprendí que tenía que ser así; que era una intermitencia de la belleza -de las que por perfectas casi duelen-. Mínima. Efímera. Instantánea. Una estatua de hielo en el desierto. ¡Auuuuu! su nombre es Denisse. Y mi compromiso, intentar devolverla esculpiendo palabras torpemente.