La desgracia acompaña al desgraciado como las sombras a las cosas. O dos en una puerta es crítico cuando hoy es el mejor día del año (Igual que en rebajas). O cuando los villancicos suenan en el centro comercial.

felices  mierdas

Dos mendigos se han pegado en la puerta de la iglesia por la limosna del primer domingo después de Navidad. Ensangrentada ( Ella ) como un cigarro con carmín le grita sus heridas mientras los enfermeros intentan cerrar la derrota. ( Él )Abre la puerta . Lo primero que sale es un villancico. Cantan: El camino que lleva a Belééén… Son las 10:45 acaba de terminar la misa de las 10. Salen los feligreses. Repletos de caridad cristiana dejan caer sus monedas …baaja hasta el vaalle que laa nieve cubrióóó… sobre las manos que las coloca ( Él ) muy piadosamente como si fuera a recibir la hostia consagrada –hace unos minutos las había colocado de otra forma para repartir otro tipo de hostias- . Caen las monedas …Los pastorcillos quieren ver a su reeeey <clic clic> Que la paz de Dios sea contigo les dice <clic clic> Gracias. Feliz Navidad <clic clic> Las monedas caen. Cantan. Le traen regalos en su viejo zurróóón… Y después de bajar los tres escalones de la iglesia y con cierto olvido y cierto alivio – ya han dejado caer sus monedas clic clic – y cierto asco apartan la vista de ( Ella ) la sangre que fue derramada por ellos. Ropopompom. Ropopompom

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Torpemente

La luna llena sobre París ha transformado en hombre a Denisse– cantaban a la vez en el supermercado: Ella recogía la compra. Él esperaba la cola detrás de la caja. Sonaba esta canción por megafonía: era un viejo tema de los años 80 que ambos conocían y a ambos les llevaba a otro lugar –supongo- por cómo miraban al infinito.¡Auuuuu! lobo hombre en París. Lo hacían de una manera armónica como en una coreografía: ella metía el azúcar, él marcaba el ritmo con el pie; ella metía el pan, él se daba una palmadita en el muslo. Sincronizados. Era tan hermoso verlos bailar como hojas de otoño en una esquina de un día de viento -en espirales amarillas-; verlos compartir, de alguna forma, el mismo aire exhalando-inhalando, exhalando-inhalando la misma melodía… Tan juntos. Tan hondos. Y a la vez separados. Pensé: Si de verdad existe la “media naranja” aquí hay dos partes. Estuve a punto de decirles algo. No sé, que se dejaran el teléfono; que hablaran; que se tomaran un café. No sé. Algo. Pero justo cuando di el primer paso para dirigirme a ellos, comprendí que tenía que ser así; que era una intermitencia de la belleza -de las que por perfectas casi duelen-. Mínima. Efímera. Instantánea. Una estatua de hielo en el desierto. ¡Auuuuu! su nombre es Denisse. Y mi compromiso, intentar devolverla esculpiendo palabras torpemente.