La mar

la mar

sigo la silueta del agua

que me recuerda tu voz

desde el fondo remolinos

que van y vuelven

de la mar al amar

torrente de transparencias

ya cubierta de algas

vestida de poemas y anémonas

que quieren salir

del corazón

 

en océanos

 

sumergida verde desnudez marina

abrazas el agua

donde resplandece tu piel escama

ondea ondea en pedazos

tu cuerpo

en color la mar

agua arista clavada en mis ojos pescador

 

donde flotaba

 

 

Poema de El libro rojo

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A veces

A la sombra de dos prunos en flor

dos ancianos –un matrimonio- sentados.

Entre ellos,

entre la sombra y sus piernas,

un perro dálmata.

También anciano.

A veces lo mira -a él- que le da algo de comida.

A veces la mira -a ella- que le acaricia.

A veces

se tumba y las manchas de su piel coinciden

con las sombras de las flores.

A veces la vida -no sé-  a veces…

mientras caen los pétalos

en la luz.

 

dedicado a mi amigo Juan Carlos

 

 

 

 

Cuando lo vi tuve que dar la vuelta y parar el coche y hacerle una foto. Os prometo, si queréis, en la próxima entrada os la enseño. Pero es que a veces tanta belleza duele y las palabras o las fotos siempre quedan tan lejos…

Single

45 RPM era

la velocidad de las canciones

de antes.

Venían en discos pequeños

que se movían rápido.

No sé si es

por lo pequeño

o por lo rápido

por lo que pensé en ellos

cuando vi el rabo del teckel moverse

como un limpiaparabrisas en la tormenta.

Esperaba en la puerta del metro

y vio que su dueña subía

por las escaleras.

Sonaba a Stayin´ Alive

de los Bee Gees

perrete

Invisible imparable

TEMPORAL NIEVE GALICIA

Paseo por el barrio de mis padres donde crecí. Son las seis de la tarde y es de noche. Otoño y frio y viento. Busco en el andar-anclar mis recuerdos en las tiendas que aún perduran;  las busco como el marinero al faro en alta mar. Resisten el estanco y la farmacia; es lo que tienen las drogas siempre están ahí; siempre seremos yonquis o enfermos aunque nos creamos sanados. Ahora Don Carlos, el farmacéutico, no está. Es su hijo Carlos el que despacha la botica. Recuerdo la delicadeza con la que cortaba los códigos de barra de las cajas para luego pegarlas en las recetas como si fueran cromos… Y pienso si su hijo hará lo mismo y si él algún día acabó la colección. Hay que tener cuidado de no tropezar porque las raíces de los árboles, ahora grandes, han levantado las aceras como si el pasado reclamara su espacio. Por eso, a esta hora, ya no pasean los habitantes de este barrio. Son mayores y temen caer.  Por eso las calles están solas y ya solo pasean los amarillos de las hojas de la mano del viento. ¿Qué tal? Bien, y tú qué tal. Bien. Es un viejo amigo. Nuestra conversación no supera tres palabras; y después de los abrazos nos miramos extraños sin saber qué decir. Congelados en el tiempo como los cromos de Don Carlos. Adiós, me alegro de verte. Adiós. Y huimos porque ya no sabemos a qué jugar ni cuando dejamos de hacerlo. Cruzo la calle hacia los edificios nuevos pero algo me retiene… es un olor a verde, un olor como a hierba recién cortada, un olor tan familiar como el café recién hecho al entrar en casa. Han podado unos laureles y desde sus ramas la savia nueva brota. Invisible. Brota imparable camino a la primavera. Mañana seguro que vendrán algunas madres, de las de antes, para coger algunas hojas. Y secarlas. Y echarlas en las lentejas… algún día. Como el otoño con la vida.

Reflejo

luces

Sentada junto a la ventana del autobús;

-el 27-

miraba cómo habían vestido las calles.

Y aunque era evidente su fatiga:

tobillos hinchados, ojeras, piel cetrina

-todavía llevaba los pantalones del uniforme-

Las luces de Navidad se reflejaban en sus ojos.

Y sonreía…

Irrepetibles

nieve

Una mujer embarazada protege con la mano su vientre.

Nieva.

Suena como el crepitar de una hoguera.

Suena

otras veces silencio.

Una niña sonríe y coge de las hojas de dos pequeños tejos

un puñado de cielo y se lo da a su madre.

Las agujas de los pinos se tiñen de blanco a trazos como canas.

Una compañera del trabajo, que hoy se jubila,

sale a la puerta a fumar un cigarro mientras

ve caer los copos los segundos

irrepetibles.

Incapaz

Si te dijera que

la poesía

está

en la flor del laurel de unos días de junio; en el

aleteo de las hojas que caen por el viento

también en primavera;

en los amarillos –en todos los amarillos-

de los dientes de león; en el humo

de aquel cigarro que asciende y asciende y asciende

hasta el lugar donde habita el olvido

y

sobre todo

en ese abuelo

que se acerca encorvado y se sienta

con su barba blanca turbante blanco chilaba blanca

y en todas

y cada una

de las arrugas de sus manos.

Os lo aseguro. Sí, os lo aseguro,  está ahí la poesía.

El resto es

mi incapacidad de nombrarla.