Los lectores
con su cuello de cisne sobre las palabras aladas
asesinan ecos.
Voces que se convierten
en abruptos alaridos.
Qué bonito poema –dicen.
Qué bonito.
Y tú
decaes
como las flores en las Ramblas
al final del día.
Luego, pasan las ratas,
los camiones de basura,
y las putas chinas.
Y sabes
que es ahí
donde está el poema.
Poema de El libro rojo