Hasta que no vi el tamarix en flor a tu lad o. Y te hice una foto (inútilmente hago fotos) rosaconjuntada con él. Siempre había creído que solo era duro, recio y seco. Tampoco encontramos la encina que plantamos en invierno. Pero no importa. ¿Sabes que no te estoy hablando de árboles, verdad?
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Ya
Gata compra pan para cenar y después vemos una peli en blanco y negro en el sofá con la manta. Qué ganas tengo ya de llegar a casa.
Indemnes
somos encuentros imposibles palabras que no voces entre la hojarasca que susurran mimos tocándose invisibles pisarse en el charco donde también llueve tu nombre polillas alrededor de farolas ¿puedes mirar a un pájaro y salir indemne?
La palabra
Enredarse por aire que respiras
hasta llegar a la palabra exacta.
La palabra que hace nacer.
La palabra que enciende soles.
La voz del nombre
que agita vida.
La palabra que despierta luz.
La palabra sagrada que te llame,
que murmure el gran silencio
el gran vacío
que engendra todo ser.
Tu silencio.
Tu quietud.
Será la palabra exacta.
El rio infinito.
No existe
sin duda
ni se oye ni se ve
no existe
no existe nada
es hilo invisible donde memorias íntimas
se bañan de amor
singulares
y a la vez comunes
entonces despiertas
ser cualquier otro
ser cualquier uno
y desvanecerse
y nacer
en piedra, en árbol, en río
donde en las junturas se mezclan
el yo y las cosas
y todo es relativo
El intuitivo experimento klingon
…como te iba diciendo
la chica de ojos almendrados
y labios carnosos
mordía
una manzana verde;
después, una chocolatina
tan dulce y deseable.
Último aviso a los pasajeros
del vuelo siete, tres, nueve nueve , con destino a Oporto
embarquen urgentemente por la puerta catorce.
Suenan villancicos en la plaza
y se reparte roscón con
chocolate.
A la vez, en la iglesia de al lado,
doblan campanas a muerto.
Olga: –
(habla con una mujer en el lenguaje de los signos
ambas ríen en silencio)
mientras la mano ensimismada escribe
“la chica de ojos almendros
y labios carnosos
mordía
una manzana verde…”
el ruido alado de las palomas.
¿Te has fijado que los pájaros
suben a las cimas de los árboles
al amanecer?
Clic
Para para para…
un momento, por favor.
(El arce en llamas
de noviembre amaneciendo)
Date prisa que
estamos en una curva.
Ya está ¿Te
has fijado en la luz
de la tormenta?
CLIC
Sí. Parece
una antorcha.
Poética
en bicicleta
en medio de
la carretera
sin casco
sin agarrar el manillar
mirando
el atardecer
Nos miran

Nos miran.
No son estrellas. Nos miran
desde nuestra oscuridad hasta sus ojos
esperan
como la araña a la polilla.
Polillas que se estrellan contra tu ventana insomne.
Ventanas iluminadas en ciudades muertas.
Luces con dientes de tiburón cantando
la canción del naufragio.
Rochas negras da Costa da Morte
aguardan
-en silencio voraz-
tu golpe seco de pájaro herido;
el clac
con el que se despide la flor marchita;
el olor almizclado a fruta
demasiado madura demasiado podrida.
Están ahí, en el garaje,
cuando sales del coche de madrugada.
Están
en esa llamada a deshora.
Habitan todas tus esquinas oscuras.
Ven, cierra los ojos –dicen
y sueña
que no podrás despertar.
Jardines de diamantes
Descarado
El martillo neumático otra vez.
Entre
los coches que pasan un claxon picadura;
autobuses, camiones, la sopladora de
hojas. -Miro al cielo-
Pasa un aeroplano pasa un helicóptero.
Y el sonido de las rodadas y los motores
que no cesa.
Amortiguadores oxidados en unas lunas
tintadas de reggaetón,
La moto
de un repartidor de comida rápida rápida.
Arrojan
unos escombros en un contenedor metálico.
Ruinas azules en una ambulancia que huye y aúlla.
Miro al cielo: Entre las nubes
dos turbinas de pasajeros low cost.
Y el sonido de las rodadas y los motores
que no cesa.
El martillo neumático otra vez
Tra tra tra tra tra
Y de entre tanto
ruido solo
a veces
el descarado piar de los gorriones.
El palomar
el aire las llama
pájaros abuelo
en casa siempre
siempre
una casa antigua
una pequeña puerta
y aquel ulular
la mesita del té
lleno de telarañas
y telarañas
un sonido blanco
creo que me sentía querida
hace ya más de diez años
en sus manos se sentían libres
no dormía
murió por la tarde
él era el palomar
Inspirado en el relato El palomar de Natalia León
La avioneta blanca
A veces me pregunto por qué no puedo.
Esa avioneta ya pasado dos veces por ese mismo cielo
o soy yo que me repito, me rebobino y me repito
en esta nada que no huele.
Vuelve a pasar la avioneta es blanca y vuela bajo.
Vuela al oeste; vuela al atardecer aunque es mañana.
Vuela una paloma y se asoma al alero.
Por qué querrá estar aquí.
Pasa la avioneta blanca otra vez.
Creo que hace círculos.
Los buitres también hacen círculos buscando carroña.
Quizás soy yo que me estoy pudriendo.
La paloma ha encontrado una pareja: zurean –creo
que se dice así- y bailan también en círculos.
Pasa la avioneta blanca otra vez; esta vez
vuela más bajo.
Querrá aterrizar o morir o ya
habrá visto a su presa.
A veces me pregunto por qué no puedo.
Pasa la avioneta blanca otra vez.
Vuela al oeste.
Es casi un punto brillante entre las nubes negras
como una estrella fugaz.
Nuevo canto
Solo quedan los botones
y una zanahoria seca
de nuestro
muñeco de nieve.
Apagaron, hace unos días ya,
las luces de los árboles.
Y las calles son más ásperas
más motosierra.
Las torres de alta tensión
se alejan
hacía un atardecer imaginado
cuando eres ciudad.
Y paseas y piensas que
las jaulas y las armas
las hacen los mismos.
Aquí todo se mezcla.
Todo se mezcla, amor,
no sé si bien o mal
como la piña en la pizza
como la alegría y la muerte.
Pronto florecerán los almendros.
Los días son más largos.
Y mañana escucharás
un nuevo canto de los mirlos.
Trece de diciembre
Al pasar junto al árbol
una bandada de estorninos
voló asustada.
En ella
existía uno blanco.
Tú.
Tu nombre.
Solo tú.
Ser serpiente
ser joven otra vez
y poder equivocarme de nuevo
ver todo con
nuevos ojos
otros ojos que no
son
estas tristes y cansadas celdas
de mirada descreída y maliciosa
que siempre
siempre
desconfían y no saben ya
quién es ése
que se mira afeitándose
y duda
si apretar un poco más
la cuchilla en el cuello
poder volver a creer
limpio
y abierto
como la mano tendida de un niño
a su padre
y pensar
que todavía se puede
y pensar
empezar de nuevo…
ser serpiente
que muda la piel y deja
entre rastrojos
-estos ojos –
estas cicatrices y durezas
que tanto hablan de mí
Los arces otra vez
Los arces otra vez tan rojos.
Y las tiendas a las que íbamos
han cerrado o ya
son otras tiendas.
Alguien
que eras y no eras tú
ha cruzado la calle pequeña
rápida y embozada.
Al mirarte al mirarla
quise decirle:
Tienes los mismos ojos que tu madre.
En el silencio
de un polígono industrial en domingo
-bajo el cielo gris-
una formación de
grullas hacia el sur
se llaman.
Ingredientes para una mamá de mi época
20 gr de zapatilla roja de rizo
con suela de corcho que no duele.
1 ml de la saliva que cura todos los raspones.
5 gr de “a” o 5 gr de “o” dependiendo de la situación sofrito
para desmontar todos tus antojos:
Mamá quiero un caballo. Ni caballo ni caballa.
20 gramos de “tú verás” y otros 20
de “como vaya pa´allá ”.
1 chorrito de ametralladora “que te que te que te que te”
1 cucharada de “lo que lloras no lo meas”
2 trozos de la mejor tortilla de patatas del mundo
-no muy cuajada y con cebolla, por supuesto-
1 par de rayos x en los ojos.
100 besos de buenas noches y otros 100
de buenos días (Estos últimos
se pueden sustituir por tirón de sábana de “que te levantes ya”)
Vigilar cada 5 minutos debajo de párpado inferior
por si tienes anemia.
Espolvorear con ¿Dónde está el jersey azul?
Reducir con “en su sitio”
Remover “cuál es su sitio” “en el cajón” “qué cajón” “en el de arriba” ”cuál de arriba” “como vaya pa´allá”
Esperar el chancleteo de la zapatilla roja de rizo hasta que,
con su llegada, la salsa ligue y aparezca por si solo el jersey azul.
1 pizca de la receta secreta de sus rosquillas, bizcocho, filloas…
siempre incomparables. Irrepetibles.
Indispensable: calentar a fuego lento durante toda una vida con sacrificio, paciencia y amor infinitos.
A las ocho de la tarde
A las ocho de la tarde aplaudimos
a las valientes
a los que ya no están
y a los que están
pero están solos… Aplaudimos
para animarles
para animarnos
para animar al vecino que iluminaba con su linterna
y parece que hoy no sale;
para que el bebé de la terraza de enfrente siga bailando alegre
al ritmo de las palmas;
y para que este trueno se llueve la tristeza.
A las ocho
de la tarde aplaudimos;
bueno, no es la a las ocho
(siempre empieza unos minutos antes)
es como si los dioses del tiempo fueran rocieros -pienso
y no pudieran esperar más
para saltar la verja
de nuestra soledad ventana.
A las ocho de la tarde aplaudimos
y las nubes pasan y los toldos se ondulan y los días se alargan
y las palomas vuelan asustadas
a las ocho de la tarde… te llamo
después del aplauso ¿Vale?
con mi agradecimiento infinito a los sanitarios
Un abrazo
Imagina que pudiéramos
darnos un abrazo de espaldas
como si los brazos consiguieran
dar la vuelta.
Y pudiésemos juntarnos sin miedo…
Un abrazo, de esos,
que juntan dos corazones y dos cerezas y cierran los ojos
y hacen al tiempo denso.
Un abrazo que envuelva como líquido amniótico
y haga que inventemos
una palabra
que una
dos almas.
Algo así como almarados.
Un abrazo mamá.
Un abrazo ingrávido con tu mejor amigo -en el galeón pirata de la feria-
Un abrazo como el que me di con mi padre
cuando la selección ganó la copa del mundo.
¡Campeones del mundo!
Un abrazo como los de antes…
Imagina que
estas palabras son mis brazos
y estoy contigo
soy contigo
ahora.
Abrazados.
Almarados.