Esta mañana
en el crepúsculo
todos los árboles eran contraluz.
Sombras chinescas del teatro de la vida.
De ellos, un concierto de estorninos despertaba.
Cien cantos mil cantos en cada rama
cantaban. Cantaban.
Y en un instante silencio.
Un silencio atronador.
Un silencio como de cafetera
en el bar (triste metáfora para un triste poeta).
Un silencio como de nieve.
Y después, en un momento, todas
las hojas de los árboles volaron
en forma de estornino.
Y el albor se hizo sombra.
Y el canto era ala.
Para luego nacer el sol –entre las hojas-
y de sus rayos
un plumón cayó leve.
Leve en intermitencias.
Leve como la alegría.
Y se posó en mi mano
sobre la línea de la vida
como los estorninos
en los alambres de espino.
26/08/21
Sublime Manuel…
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Muchas gracias. Este poema es una torpe aproximación a ese amanecer… A veces existe tanta belleza… Creo que por eso escribo. Para poder compartirla.
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Me encantó, Manuel.
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Muchas gracias. Poder compartirlos es lo que me hace escribir. Un abrazo.
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Estorninos. Adoro sus coros de amanecer y atardecer.
Muy bonito este también
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Son bellísimos… a no ser que aparques el coche debajo de ellos. 😉
Sus coros y danzas son pura poesía. Un abrazo
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