La luna no respondió
Juan Pedro Rodríguez Murillo
La Luna no respondió es una novela llena de claves internas que hay que reconocer y luego admirar sin saber si tendrán respuesta. El misterio es un vicio en si mismo al que los lectores estamos acostumbrados. La Luna no respondió está construida con pensamientos matemáticos y manuales de arquitectura, es obra de la pluma y la pala a partes iguales y casi se puede tocar el armazón no solo leerlo. Es tanto una maqueta en nuestras manos como una novela.
La edición es excelente, clara y elegante con ilustraciones magníficas que atrapan la esencia de la historia con dibujos coherentes y hermosos de la mano de JC Ortega Cervigón.
El libro se va construyendo con frases moldeadas y repetidas que cobran sentido a medida que trascurre la historia. El autor sabe llevarnos al precipicio, dejarnos en el borde de la duda y luego hacernos desplegar las alas. Sin sueño no hay historia y nosotros queremos soñar, ( si no para qué leemos).
Esas repeticiones nos llegan como mantras que nos acunan en el suave pasar de las páginas. La novela tiene regustos de Homero con sus modernos Aquiles, sirenas y Ulises, nos recuerda a veces al Dogville de Lars Von Trier, al mejor Spielberg de Encuentros en la Tercera Fase, a Cortázar y a tantos otros maestros a los que Juan Pedro Rodríguez rinde homenaje. El autor se arriesga en un puzle complejo, fuera de caminos trillados. El resultado es hermoso por lo arriesgado, original, consecuente.
En medio de un montón de personajes extraños con historias paralelas, el autor va encauzándolos a todos hacia un lugar que no existe pero que ellos construyen junto con nosotros. También construimos sus recuerdos, sus normas y sus acciones. Los lectores queremos contemplar esa luna llena, tocar la cuerda salpicada de sombreros, volvernos invisibles en aquel extraño líquido pero solo podemos leer, leer las historias de Juan Pedro Rodríguez y soñar como sueñan sus personajes porque el sueño es importante para esta novela y para nosotros, que queremos creer que los sueños son parte de la realidad. Al final comprendemos que todos aullamos a la luna, no solo los lobos.
La luna no respondió es un libro que engancha, que ofrece más de lo que somos capaces de asimilar en una primera lectura. Después hay que cambiar el rumbo, seguir otras instrucciones y andar el camino de nuevo, una segunda, una tercera lectura donde nos fijemos ahora en nuevos detalles, en las claves repetidas, en busca de cabos sueltos o en contar los gritos de los personajes para que no falte ninguno.
El autor se arriesga una y otra vez a ser raro, a ser pesado, a ser incomprendido pero tiene la convicción de quien conoce a sus personajes y la historia que cuenta, nos convence y ese puede ser la mejor virtud de la novela, pues sale vivo del intento, iluminado por esa luna que tanto parece gustarle.
Miguel Ángel Martín
Tengo que reconocer, que cuando era niño, era bastante futbolero. Todavía recuerdo a un delantero mejicano que estuvo primero en el Atlético de Madrid y después en el Real Madrid llamado Hugo Sánchez. Recuerdo que cuando metía un gol, antes de abrazar a sus compañeros, se iba a la línea de fondo y hacía una voltereta mortal para celebralo.
La publicación de la primera novela de mi amigo Juan Pedro y esta magnífica reseña de mi otro amigo Miguel Ángel, es -de alguna forma- como esa voltereta.
Me siento afortunado por compartir con vosotros algo tan apasionante como ese vuelo-voltereta, la palabra.
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